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miércoles, 8 de marzo de 2017

RELATOS ADOLESCENTES - PARTE XIII

Sábado 19 de octubre de 1985

Mamá y Patricia hablaron. Todo se aclaró.

¡Ah! Con todos los problemas me olvidé de escribir que el jueves a las 8:05 de la mañana, me encontré con Roberto en la esquina de casa y nos saludamos.

¡Qué cosa! ¿Por qué no me lo puedo sacar de la cabeza?

No sé.

Cuando estuvo Sandra, hoy a la tarde, se me escapó que me gustaba un chico y tuve que decirle el nombre. Cuando se lo dije se puso chocha, me dijo que lo conocía, que vivía por la casa, que era un pibe buenísimo, que todo el mundo lo quería, etc., etc., etc.

¡Ay! Me gusta. Pero tengo miedo que me guste demasiado y a él nada más le caiga simpática. Tengo que pensar un poco en esto para que después la caída no sea peor. ¿quién me mandó?

Deseo tanto que ésto se haga...

Hasta tercer año no me gustó ningún chico. En cuarto y quinto (¡dos años!) me empezó a gustar uno. No valía nada como persona. Pero me gustaba, no sé por qué. Nunca sufrí tanto. Porque además tenía novia, esto fue ayudando a que me hiciera a la idea de que tenía que olvidarme de él. Hasta que un bendito día, en una hora libre, nos pusimos a charlar entre todos. Alguien le preguntó qué le pasaba y él, no sé cómo, empezó a contar que había empezado a salir con ella por lástima cuando se le murió el padre, pero que ahora se había dado cuenta que la quería. ¡Para qué! Mis ratones comenzaron a trabajar de nuevo. Nunca pasó nada. Nunca me habló. Eso ayudó a que fuera olvidándolo de a poquito.

Cuando terminé quinto año ya no me importaba pero tenía miedo de enfrentar una relación, creía siempre que yo me iba a enamorar y el otro no. Bueno, no sé, de todo esto recién me doy cuenta ahora. Me hablaron muchos chicos y a todos les decía que no. Ningún pibe me importaba o llegaba a impactarme lo suficiente.

Con Roberto es algo distinto. No sé qué tiene (esto lo debo haber dicho treinta mil veces), es algo que me gusta, me atrae. Cuando bailamos conversamos y me siento como si lo conociera de años. Bailo y bailo y no me canso. Es algo especial. Tanto que no puedo decir si es lindo o feo, si es rico o no, porque me gusta él, su forma de ser.

Tal vez todo esto es muy prematuro... Qué sé yo... Pero deseo tanto que me hable... 

Ahora, después de hablar con Patricia  y Rosana, sé que si me hablara le diría que sí con toda mi alma.

Será por todo esto que no puedo encontrar las palabra que expliquen exactamente lo que me pasa, que tengo miedo que lo de él para conmigo sea nada más que simpatía, que solamente le haya caído bien. Y no quiero hacerme demasiadas ilusiones. ¡Pero no puedo!

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